domingo, 23 de mayo de 2010

Aquí.

Aquí. Sumida en el fluir de los acontecimientos. Respirando para ver zarpar mi barco. Sin billete de vuelta. En el silencio de los amaneceres más hermosos. Con la dicha reprochada.
Aquí. Impoluta de ti. Asqueada de mí. Esperando por él. Abandonando a ella.
Ojeando el baúl de los recuerdos. Esos de los que ya no me acuerdo. Nada de lo que hice fue en vano. Mi propósito era otro. Otro. Otro. Era otro.
Aquí. En la charca del deseo. En el túnel del lamento. Decidiendo mi destino. El que ya está escrito.
Aquí. Frente a mí. Alabándome. Adorándome. Queriéndome. Quemando el trozo de papel donde dibujé el lazo que jamás se podría romper. El que me haría fiel. El que me hizo infiel.
Aquí. Carcomida por vuestros sucios gusanos. Arrugándome la piel.

Aquí. Feliz.

lunes, 17 de mayo de 2010

Vete y no vuelvas más.

Sólo sé encadenar palabras cuando llego a la más absoluta desaprobación de mí.
Violando mi carne. Mi alma. Mi mente. Matando mi espíritu. Sosegando el sosiego.
Cada golpe es a la vez dulce y despiadado. Asco. Odio. Dolor silencioso. Silenciado.
Bajando al hoyo, subiendo al infierno. Como ese hedor que jamás se desprende de mi tráquea.
Me está asfixiando. Incontrolable. Incalculable. Drogodependiente de ese olor a mierda. Putrefacto. Alcantarillado. Contaminado de pudre.
Sentimientos de repudio. Se debaten por luchar. Sin fin. Sin descanso. Sin paz.
Inocente impotente. Plenamente suya. De eso. Que se apodera de mi estómago hasta reventar. Arraigada a las paredes de fumar. A esa enredadera cargada de dardos que me quiere envenenar.
A ese espécimen rojo que se apoya en mi hombro intentando devorar. Metamorfosis aguda.
Una y otra, y otra vez más. Me ahogo con mi propia saliva. Déjame batallar. Déjame respirar.