sábado, 25 de junio de 2011

De siempre en siempre.

Nos citábamos en las cafeterías de los grandes centros comerciales para hablar de nuestros problemas. Porque allí, al unísono de las voces que flotaban en el aire, yo podía estar algo más sorda que de costumbre cuando él me dijera lo de siempre, con el mismo tono de siempre y las mismas palabras de siempre. El ruido del ambiente me salvaba de pensar respuestas convincentes a las preguntas de siempre, pues sólo me dedicaba a girar rapidamente la cuchara del café por si de un momento a otro, me reventaban los tímpanos y dejaba de oirle para siempre.
Luego me cogía de la mano y volvíamos a mi casa para terminar como siempre, él arriba y yo abajo.