domingo, 27 de noviembre de 2011

Mi pequeña sombra

Cuarenta y cinco escalones y tres excusas lo separaban de mi cuerpo. Dejé que respirara el hedor nauseabundo del ambiente mientras me secaba las gotas de odio que resbalaban conscientes por mi barbilla. Luego abrí la puerta y dejé pasar a la bestia y al rencor que guardaba en la bolsa acartonada que protegía con fuerza entre el pecho y la espalda. Recé para que la pistola y mi inconsciencia apuntasen en dirección al centro de su maldita frente si en cualquier momento hacía amago de pronunciar palabra. Desperdiciamos el tiempo entre segundos sin aliento y minutos eternos mirándonos de reojo y observando las pérdidas internas del otro. Me suplicó perdón y comprensión. Me insinuó la vida del ayer. Le supliqué un adiós eterno. Le insinué la salida.
Secretos son los que conciernen las cuatro paredes que acogen mi llanto.
Miedo es lo de fuera.