Dejé de
escribir porque dejé de leer. Ahora ha llegado el invierno y ese maldito
vínculo me está presionando las arterias para que nada pueda fluir ni
desarrollarse. El tiempo libre me tapona la concentración y las ganas de encarar
el silencio de una hoja en blanco. Sólo Dios sabe a qué pozo rebosante de
mierda ha ido a parar mi inspiración y todo lo que me importa en esta vida. Él
únicamente deja correr el tiempo para ampliar mi lista de cosas pendientes. Mi
lista de cosas pendientes, mi utopía favorita. Deberes en crescendo que merman
todas mis energías cuando los pienso. Es una putada saber que nunca llegaré a
rozar el índice. Me pregunto si el tiempo del que dispongo se agotará antes de
haber completado mis propósitos. Seguramente. Seguramente abandone mi cuerpo
desnudo en cualquier rincón gélido y sin luz. Y seguramente me obligue a
recordarte mientras lo hace, para que duela más.
Ya no quiero
ser partícipe de esta odisea. Odisea para caminar, para sentir, para vivir.
Pero camino, siento, vivo.