domingo, 17 de octubre de 2010

Desasosiego. Bochorno. Calor. Sequedad. Nada.

Será que hacen falta 7 copas de más para poder, desde la inconsciencia, tener una visión algo superior a las demás de lo que conlleva vivir en éste caos de mundo. Porque parece que cuando uno brinda por séptima vez, se olvida del fango que sobrepasa su cintura y se deja seducir por la apariencia porque no le queda otra.
Porque sabe que mañana a las 8, cuando vuelva al trabajo, el fango no le dejará respirar.
Basta con salir al balcón y girar la cabeza a ambos lados, para ver la realidad de ésto a lo que llamamos real. El masoquismo que nos consume por querer evolucionar en un mundo que desde hace mucho, optó por la involución.
Y es que, cada mañana de cada día, millones de padres explican a sus hijos el valor del respeto cuando quienes nos dominan, brillan por la ausencia de aplicarlo en sus actos. Millones de adolescentes se dedican a robar, porque “los de arriba” no hacen más que robarnos. Somos violentos porque nos hemos criado en el agujero de la violencia. Y creer que educación es lo que enseñan en las escuelas, no es más que otro aliciente que se suma a ésta gran red de engaños que finalmente acabará por atraparnos.
Ya nadie sabe lo que significa ser feliz sin tecnologías y unos cuantos miles de euros. Porque ahora las sonrisas se compran. Nadie repara en la magia del primer beso. Porque los besos se venden. Y sólo unos cuantos contables con los dedos de una mano, saben que amor, es igual a fe.
Y después de no sentir el más minúsculo resquemor de vergüenza por vivir en la insolidaridad y ser como otros han querido que seamos, todavía conservamos en los corazones un hueco para la humildad. Demasiada palabra para un desconocimiento y carencia tan grande de la misma.
Cuando todos lleguemos a la meta de la nada en busca de nuestra recompensa, un gran telón de incertidumbres nos abrirá paso hacia el fin del mundo.
Entonces y sólo entonces, volveremos a ser libres.