jueves, 27 de enero de 2011

Nada es para siempre. Ni los sueños

Sumergida casi a 12 metros de profundidad, la presión le impedía pensar. Aún así, sabía que había ido a parar al agujero negro. Porque por mucho que intentaba alzar la mano para salir a la superficie y flotar, el ancla que tiraba de su pie y parte de su pierna, desequilibraba el peso de aquel cuerpo inexperto que ni siquiera en ésta ocasión, era capaz de luchar contra el vacío existencial que le propinaba aquel peculiar destino.
Y aunque era consciente de que la incertidumbre era el motor que dominó, y dominaría su vida, durante aquellos segundos en los que la respiración se esfumó para dejar paso a la ceguera resultante de la luz blanca que la haría por fin libre, se aseguró de que ésta vez, sí había tocado fondo.