jueves, 26 de enero de 2012

Veintiséis de enero de mil novecientos noventa y nueve

Yo, sujeto, que desaparezco y renazco cual ave Fénix, sutil entre el odio que me aferra a tus manos, que vivo y muero mientras la vida me acuna entre telarañas indivisibles y me suelta por inercia en lo más oscuro del túnel.
Mi vida, la que se ciñe a sonrisas desarmadas y búsquedas de cuerpos cansados que desembocan en sexo sin éxito .
Él, que callaba más que pronunciaba cuando necesitaba su mano bajo mi falda. Él, que guardó mi moralidad en su caja de cosas inservibles y sucias.
Su vida, la que arrasó con la mía.
Ella, mi único amor.
Ellos, extraterrestres de cualquier rincón sin luz que buscan consuelo en imágenes a color y música desnutrida.
Sus vidas, al amparo de la muerte.
Tú, que me esperarás hasta que decida decidir por ti.
Tu vida, la que me cederás sin cesar.
Nosotros, condenados a entendernos. Nosotros, que seremos algo más que palabras de un borrador al azar.
Vosotros, testigos de divagaciones de horas irreales de minutos y segundos contados.

Yo, cualquier cosa. Yo, objeto.

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