jueves, 1 de septiembre de 2011

Del deber y del querer

Decidiste no querer esta mierda de historia que algún día pudo ser algo más que un borrador hecho a base de ron. De las mentiras de tus sueños más verdaderos y la irónica libertad que consumía tu cigarro.
Respeté tu nihilismo ensordecedor con mil y una arcadas de punzante dolor nocturno, casi de madrugada, cuando dormías entre los recuerdos del mañana. Ella era la única que te llevaría de la mano al futuro, a la incertidumbre de no saber que querer ser. Su voz me resonaba una y otra vez entre los dedos con los que yo cada noche te tocaba. Con los que te llevaba al infinito entre gemidos de placer forzados. Porque ella era la única por la que perderías el poco juicio que te quedaba.
Decidiste no querer esta mierda de historia que me destrozó el alma a base de patadas en los huesos más débiles. Que me llevó al infierno de la soledad más abrumadora y asfixiante cuando todos los días de cada noche, la veía sonriéndote a mis espaldas.
Y en el bucle de la absurdez de un mundo aparte, quise recomponer mis piezas todos los días al alba, para querer creer que no fuiste la utopía personificada. Para echarte siempre de menos.

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