domingo, 12 de enero de 2014

Amor flotante

Él se deslizó bruscamente por la tubería gris que separaba el agua flotante  del oscuro túnel que se dirigía a la depuradora. El volumen de su cuerpo no difería del de su creador;  piel oscura, espalda ancha, barriga redonda, piernas delgadas e irrupción de pelo a la entrada de la cabellera. Su condición de flotante solitario mermaba toda esperanza de aspirar a alguna otra cosa que no fuese decantar en la superficie de aguas sucias. Pero no le importaba, pues su corazón roto había soportado finales más trágicos.
Ella, sin embargo, era mucho más sutil. El movimiento suave de su resbalar concordaba a la perfección  con su frágil figura y sus despuntados ojos de reptil a punto de ser cazado por cualquier bestia salvaje. Sabía que las posibilidades de encontrar el amor fuera del cuerpo de su creadora eran escasas, pues sólo dentro de ella era capaz de sentir y vivir las emociones y las tentaciones. Era consciente de que una vez el agua mugrienta la arrastrara hasta el desarenador de la planta de depuración más cercana, su existencia se haría añicos entre bloques de lodo y gasómetros de doble membrana.
Sólo había negrura y confusión en el interior de aquella cloaca que impregnaba el aire de hedor. No obstante, ellos permanecieron intactos ante el caos mientras sus ojos daban crédito a tal conexión. El desvanecimiento parcial de sus cuerpos dejó de importar cuando sus manos se tocaron con recelo y sus corazones deteriorados formaron una pieza férrea irrompible. No les hicieron falta palabras para comprender que la bioquímica va más allá de las conductas que obedecen a los intereses de los genes; y entonces, más sonrientes y decididos que nunca jamás en el intestino de sus hacedores, tomaron impulso y se sumergieron en las aguas indomesticables que cerrarían con contundencia el telón rojo de sus fluctuantes vidas.
El reloj marcaba las diez y treinta y cinco minutos de un martes de verano y sentados en los retretes de dos sextos pisos de una avenida oculta, dos desconocidos destinados a encontrarse tiraban de un rollo de papel higiénico.


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