Y en estos días en que mi corazón pacer
intenta, la clareada sombra de la
curvada nieve deja caer su iris sobre mi vasto ser herido, moribundo
inconsciente, cuyo último aliento ve venir a lo lejos; vida que respira vida, evade
este polvo anexo, éste sino ensangrentado por el quemado hierro que ahoga la
garganta. Un rayo de sol no lo hay que pueda vencer tinieblas. El trigo, el
río, el mar, libertad incalculable. Enclaustrada sin estarlo me siento, paloma
dolorida que no puede emprender su
vuelo, esas garras asesinas sin quererlo le traerán la muerte. Negro luto que
tranquilo espera el encuentro deseado, la paz del ciprés, el silencio
encajonado de la mudez, la soledad y ese reposo infinito que mi Amo procura. Sin
verte, ya te veo. Sin oírte, tu voz resuena en mis adentros como bramido lejano
a la calma adherido. Sin tenerte ya siento que todo mi ser es tuyo aunque
quieras no poseerlo. Acuérdome de tu risa, tu mirada, tu tez esclarecida como
niño recién nacido que su alma abre al barro.
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